En 2016, Jill Watson se convirtió en la asistente de enseñanza más famosa del mundo. Este estatus no se debió a su profesionalidad y paciencia, sino a que, en realidad, era una inteligencia artificial (IA). Su nivel era tan avanzado que incluso los alumnos habían creído que se trataba de una persona.
Jill Watson es un ejemplo de cómo la inteligencia artificial lleva años coqueteando con la enseñanza. Sin embargo, ha sido ahora cuando han saltado las alarmas ante la irrupción de Chat GPT y las IA que generan imágenes o audio, entre otras aplicaciones.
Herramienta, no imposición
“Estamos ante una tecnología con un potencial enorme en el sector educativo”, explica Pablo Haya, director de Social Business Analytics en el Instituto de Ingeniería del Conocimiento (IIC). “No existe una manera única de dar clase. La IA es una herramienta a disposición del profesor, no una imposición”.
No es la primera vez que este sector, en perpetua innovación, se sobresalta ante la llegada de un cambio. “En el mundo académico se ajustan y se adaptan las metodologías constantemente y, cada vez, en ciclos más breves”, afirma Javier Sánchez Soriano, doctor en inteligencia artificial y profesor de la Universidad Francisco de Vitoria.
“En su día ya pasó con Wikipedia, Google o la Encarta”, recuerda Nerea Luis, doctora y responsable de proyectos de inteligencia artificial en Singular. “Creo que la clave es entender que la IA es un complemento o herramienta más a la hora de montar una clase o mandar unos deberes”.
Factor humano
Lejos de esta visión, entidades como el Departamento de Educación de la ciudad de Nueva York ya han prohibido el uso de Chat GPT en los dispositivos y redes de sus escuelas públicas. Su portavoz, Jenna Lyle, dejó bien claros los motivos en un comunicado: “Si bien la herramienta puede proporcionar respuestas rápidas y fáciles, no desarrolla habilidades de pensamiento crítico y resolución de problemas, esenciales para el éxito académico y de por vida”.
Ante este posible riesgo, los expertos reivindican el factor humano. “El desarrollo del pensamiento crítico, del rigor, así como de otras muchas competencias, puede verse afectado si únicamente nos encomendamos a estas herramientas sin tratar de ser parte de ellas y liderar la interacción”, explica Sánchez Soriano.
Lo cierto es que dejar los estudios en manos de una IA no parece, de momento, la panacea. “El alumno puede confiar demasiado en los datos y la argumentación, pero pueden no ser del todo correctos”, advierte Nerea Luis. “Las fuentes por ahora no se citan, aunque se está trabajando este aspecto desde Microsoft”.
Un menú variado
Lo que los expertos tienen claro es que estos avances no son una moda pasajera. “La IA va a ser una parte fundamental de la quinta revolución industrial”, afirma Javier Sánchez Soriano. Y sus aplicaciones van a ir más allá de las carreras más tecnológicas. “En muchos estudios de grado y postgrado fuera del ámbito STEM ya se hacen introducciones a cómo pueden ayudar las IA a sus respectivos campos de conocimiento”, confirma este especialista.
“Las posibilidades que aporta la IA en las aulas son innumerables, pero no agotan la innovación educativa”, dice Pablo Haya. “Los docentes tienen a su disposición un menú muy variado de metodologías. La innovación va más allá de la aplicación de la tecnología”. Y, al final, los alumnos cuentan con más apoyo. “La IA es como una especie de profesor particular”, afirma Nerea Luis.
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